miércoles, 23 de mayo de 2012

Tres

Me impongo siempre reglas que después no puedo seguir.
Y por no poder hacer todo "como debería ser", o sea de esa forma -inventada por mí- que termina siendo idealizada como la única y perfecta manera de llevar a cabo las cosas, termino sin hacer nada.

Regla imposible N°1:
Se me ocurre, por ejemplo, que debería practicar guitarra todos los días: alguna vez en la vida tengo que probar hasta dónde llego concentrándome y dedicándole tiempo a algo, de verdad.
Pero voy a la clase y pasa el jueves, y ese día -como ya tuve la clase- no cuenta, y mejor mañana empiezo posta.
El viernes estoy de acá para allá y bueno, cómo voy a hacer, mejor el sábado en el laburo, ahí sí voy a poder practicar en serio. (¿Qué carajo es "practicar en serio"?).
Sábado: viene mucha gente al trabajo. Y cuando no atiendo tengo que almorzar, y si no tengo sueño, o hay una manchita muy interesante en la pared.
Llega el domingo y ya me doy cuenta de que no me está saliendo esto de ser una alumna aplicada, y claro, ¿para qué ser aplicada a medias, no?.
Así se va el fin de semana, ya sin plan, porque el plan de la perfección cayó y la única opción posible es llegar al miércoles a las 3am y tocar lo imprescindible, y esperar a ser perfecta con suerte la semana siguiente.
Desastre.

Regla imposible N°2:
Mantener mi cuarto ordenado obsesivamente. Instucciones: apenas utilizo un objeto, vuelvo INMEDIATAMENTE a ponerlo en su lugar.
JAMÁS lo logré. JAMÁS.
Son las 4am, decido irme a dormir y no existe manera de que acomode todo lo que acabo de usar (llámese compu, dvds, ropa del día, algún libro, los aritos, cuaderno, tazas, la guitarra, los zapatos, fotocopias, etc).
Listo. Roto el orden, no será reestablecido nunca.
Un día subo una foto de mi cuarto y me van a creer.

Regla imposible N°3:
Este año leo, estudio, practico, y hago todos los trabajos apenas me los dan.
¿Hay algo que explicar?

Regla imposible N°4:
Voy a dejar de comer porquerías.
Desde mañana.
(Desde mañana, desde mañana, desde mañana, bis x 100000000...)

Regla imposible N°5:
Voy a escribir TODOS los días.
El primero me sale. El segundo también. El tercero "no estoy inspirada" pero escribo algo igual. El cuarto me olvido. El quinto veo la página vacía del día anterior y me pregunto si escribir en esa o si dejar el espacio (termino sin escribir nada). El sexto pienso que ya no vale la pena el proyecto, tiene casi más días vacíos que otra cosa... fue.

Regla imposible N°6:
Lo mismo aplicado a este blog.
"Voy a publicar dos veces por semana". Hoy es jueves, esta semana tengo una sola entrada.

Blog... ¡¡estás en peligro!!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Dos

Repetidas veces en este último tiempo me pregunté si es que yo soy demasiado intolerante, o si de verdad estamos rodeados todos los días de seres tan insoportables y/o hinchapelotas que causan molestias y hasta despiertan instintos violentos en los observadores inocentes.

Me gustaría saber si mi poco margen de tolerancia es entonces justificado, o si por el contrario, debería hacer algo de esfuerzo para no irritarme tan fàcilmente.

Paso a ejemplificar los especímenes de los que hablo.

Caso Nº1:
Entro a un Delicity, 15.45 de la tarde, en un intento de conseguir algo para almorzar, no demasiado caro, pero que no se aparte tanto de la recomendación de mi nutricionista (Imposible. Sobre todo lo de "no demasiado caro").
Mesa de al lado: dos mujeres. Sólo puedo reparar en una, habla fuerte y con voz nasal, chillona, tiene calzas -también chillonas- botas, una polera de animal print. Y una especie de boina. Muy cool. El maquillaje quiere disimular las ojeras pero no lo logra, habla sin parar, y frustra cualquier intento de responder de la otra.
Miro el menú. No me puedo concentrar, la voz de pito de esta mujer interrumpe todos mis pensamientos sin reparo ni piedad.
Constantemente se queja: le pican los ojos, la calza se le baja, no le alcanza el tiempo para nada, pero sobre todo le molesta que está demasiado cansada -no se nota- como para seguir hablando con su interlocutora. Aunque en realidad muere por contarle sus proyectos para este año, y sobre todo cómo ese hippie que la atendió nosedónde el otro día estaba bárbaro y la dejó pensando en él (o la dejó caliente, digamos).

- Es que viste, después me lo encontré a Ale, ¿Viste que Ale me conoce como nadie? o sea, me dijo de una "ese hippie te cabe", y claro... porque me dijo que él sabe que yo, cuando alguien me gusta, lo minimizo, boluda, ¿entendés? Nada, increíble cómo me conoce, boluda, porque es así, yo le dije "nada, me atendió un hippie" y el pibe de una me dice "guacha, te gustó el hippie" y yo... ROJA, boluda, porque es así, yo los minimizo, pero el hippie estaba bárbaro, y yo nada, toda asi como si nada, estaba casi sin maquillar, como ahora...

El delineador se le metía en los ojos, que ya estaban rojos y algo llorosos. Su tono de voz parecía un mosquito instalado en el medio de mi canal auditivo que no dejaba de zumbar. En la mitad de la discusión sobre cuánto importaba si era hippie, si daba o no para algo más que un chape, y qué iba a pasar si él le decía que no le gustaba el animal print, decidí que había soportado demasiado y pagué.
Me resigné a no saber de sus maravillosos proyectos para este año.

Caso N°2:
Una dietética cerca de Av. Independencia y Entre Ríos. Si hubiese entrado atenta, habría visto la cara de hartazgo de la vendedora, sus intentos por cobrar lo más rápido posible, la vieja que hablaba sin parar repitiendo lo mismo una y otra vez, sus interpelaciones infructíferas a la pobre chica, que no tenía más opción que escucharla e intentar, con mucho esfuerzo, no fruncir demasiado el ceño.
Era una mujer de unos 75 años, bastante encorvada y con el rouge algo pasado del límite del labio. Lamentablemente hablaba bastante fuerte para lo chiquita que era.
Pude inferir que la vendedora era vegetariana, por el asco que trataba de disimular cada vez que la vieja le decía que tenía que probar el bife de cerdo, que con puré de manzana quedaba riquísimo, que "una vez cocinado no te das cuenta de que era un chanchito", y que si ella tuviera uno ahora en su casa, lo prepararía y se lo llevaría para quue lo probara ahí mismo.
Seguía.
Detrás del mostrador la chica me miraba como tratando de escaparse. Yo le devolvía la mirada con compasión pero sin poder hacer mucho al respecto.
La vieja se dirigía a mi también, "¿a vos nena no te gusta el bifecito de cerdo? Así, bien jugoso, yo voy al restaurante de la esquina de casa y me lo hacen, nena, ¿¿a vos no te gusta??"
Yo de pronto estaba ocupadísima observando los pistachos, que en situaciones como éstas pueden resultar fascinantes. Elegí lo más rápido que pude, y casi le pedí perdón con la mirada a la vendedora, por dejarla sola de nuevo con la mujer, que no se resignaba a que abiertamente ignoráramos sus comentarios, y seguía, ahora con la descripción de su digestión después de comer el bendito bife.
Saqué mi brazo del mostrador justo a tiempo. La muy desubicada estaba a punto de agarrarme y eso terminó de destruir mi humor.
Me fui puteando unas dos cuadras, pero terminé sintiendo pena por esos dos especímenes que no iban a entenderse nunca, y que problablemente, putearan luego un rato más que yo.


domingo, 13 de mayo de 2012

Uno

Ayer de pronto me agarraron ganas de decir cosas. ¿Qué? Esa es la primera cuestión. ¿Qué son estas ganas de salir a hablar sin tener necesariamente algo para decir? (y eso que omití el "tener algo INTERESANTE para decir") Sólamente porque el concepto de "interesante" es completamente subjetivo... como la mayoría de los conceptos, para el caso.

Fail N°1: Empezar a escribir una entrada de blog a mano en un cuaderno. Y no porque esté mal de movida la rusticidad, sino porque en mi caso lo hago más de cagona que otra cosa. Probablemente esta sea otra de esas hojas que quedan olvidadas en un cuaderno a medio llenar, que se acumula con otros de su misma condición en una pila, bajo el título de "todavía tiene hojas libres", o sea, "no da tirarlos aún".
Así, es muy facil que esta "entrada" quede perdida y que su autora no sienta un ápice de culpa al respecto.

Fail N°2: Por lo que puede observarse hasta ahora este texto no es más que una queja autoreferencial sobre este mismo texto, que se retroalimenta infinitamente.

Fail N°3: Ponerme a escribir la entrada en cada momento libre que tengo, que además había decidido dedicar a estudiar. Y para ser bien, bien masoquista, hacerlo con la pila de fotocopias lo más alta que encuentre esperándome sobre la mesa, justito al lado mío, casi respirándome en la oreja, no vaya a ser que disfrute el rato de haber hecho cualquier cosa que no era la que debía estar haciendo.

Fail N°4: Sentarme a estudiar, o en cualquier caso a escribir, en un Burger King en el que se está festejando el cumpleaños de 6 de algún nene. En el mismo piso. Kill me now.

Se ve desde lejos que no la está pasando bien ni el cumpleañero, no me quiero imaginar el animador. ¿Y el ruido puede ser peor? Esto de la acústica de mierda en los lugares de comida rápida tiene que tener algún propósito. Deseo desde lo más profundo de mi ser que haya un justificativo para lo mal que la están pasando mis oídos en este momento.


Me acaba de cambiar el humor.
¿Puede ser que un mísero mensaje de texto nos de vuelta el día así, por completo? Si esto fuera un video mostraría cómo los gritos de los nenes se transforman abruptamente en una melodía perfecta, y la gente sentada en las mesas parece sonreir al borde de la ridiculez total.
Qué terrible. Me vengo a creer que ya no dependo emocionalmente de nadie y de pronto estos pendejos parecen estar cantando como el coro Kennedy.

Maldito mensaje. O bendito, o no sé.

martes, 8 de mayo de 2012

Título:

-Ah, vos querés decir por qué todo esto. Andá a saber, yo creo que ni vos ni yo tenemos demasiado la culpa. No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero se paga caro. Los chicos se tiran siempre de los pelos después de haber jugado. Debe ser algo así. Habría que pensarlo. - J.C.