martes, 3 de julio de 2012

Seis

Yo no aprendo. Creo que cometo el error de confiar demasiado en la gente. Me pasa lo mismo una y otra vez pero sigo cayendo en la trampa, soy igual que la mosca que se choca contra el vidrio y vuelve a arremeter contra él con todas sus fuerzas creyendo que no va a estar.
Tengo la cabeza llena de moretones.

Cinco

Pasó demasiado tiempo ya para seguir dejando este espacio en blanco. Ya sé que técnicamente no está en blanco pero yo lo siento así, síganme la corriente.
Son las 4 de la tarde y estoy en pijama, básicamente no puedo dejar de toser y eso no me permite dormir de noche. Esperaba estar casi curada para hoy, pero la situación es la misma y estoy empezando a desesperarme.
Me agarró una especie de enojo con todo, van varios días de estar casi encerrada en casa y eso me vuelve más irritable que de costumbre, que no es poco decir. Me molesta la poca luz de mi cuarto a la noche, las lamparitas que explotan apenas las pongo en dos de los tres lugares que tiene mi artefacto para conectarlas. Me molesta también que la tele no me funcione y tener que ir al living de querer utilizarla, me molesta cuando hay gente caminando por la casa y también cuando no hay nadie a quien decirle las cosas. Que mi gato no aprenda de una vez a no morderme los pies, los martillazos en mi techo, no tener voz para cantar, la madera del zócalo medio salida, que X me llame, que no me llame.
Me molesta en sobremanera el teclado corrido de esta computadora, nada es lo que dice ser y me la tengo que pasar borrando. Que se sucedan las horas y no encontrar en ellas ninguna cosa medianamente interesante, no tener la fuerza de levantarme y hacer algo útil con el día.
Si todo sigue así, a eso de las 20hs la molestia va a haberse convertido en un estado pegajoso y denso, algo más tirando a la depresión, y va a ser demasiado tarde para modificar nada. Así que acá va un primer intento, cuando todavía hay un pequeño resto de tiempo para cambiar y decir: al menos escribí un párrafo en el blog.

martes, 5 de junio de 2012

Cuatro

Me domina una impaciencia total.
Llego a la facultad y ya estoy pensando en cómo hacer para irme antes, no necesariamente porque no me guste la clase, sino porque ya quiero pasar a la "siguente cosa que voy a hacer". (Tenga o no tenga una "siguente cosa")
Llegué media hora temprano y hace 15 minutos que sólo puedo pensar en cómo hacer para acercarme a alguno de los otros freaks que hacen tiempo mirando el banco fijamente, para pedirles si por favor puedo dejarles mi trabajo para entregar y retirarme. Me detiene el hecho de estar segura de que todos ellos tienen, probablemente, las mismas ganas de irse que yo -aunque en el fondo crea que Nadie tiene Tantas gana de irse como yo- y que termino en la molesta posición de depender, para aprobar la materia, de un completo extraño que probablemente me putee para sus adentros el resto de la clase, o al menos un tiempo largo.
Tengo un ojo mal. Hace varios días ya que me llora y me duele y es insoportable. Todos a mi alrededor me insistieron hasta hace un rato con que fuera a hacerme ver, que seguro tenía que ponerme alguna gota y que no podía seguir así. Yo, nada. Toda la semana estuve con que se me iba a pasar solo, fui de acá para allá lagrimeando, en las clases, en casa, en el laburo, en el teatro, etc. En ningún momento hice caso de mi pobre ojo. Pero hace un rato, se me ocurrió que mejor ir al oculista. Y entonces... la impaciencia. Ahora quiero salir temprano de la facultad, no cenar, y que me atiendan YA porque a este ojo así ya no lo soporto y no entiendo cómo lo tuve así hasta el día de hoy sin hacer nada. Loca.
Ni que hablar si empiezo dieta. Quiero haber bajado todo al mes (a los dos días). Y cuando pasa una semana y extrañamente no se produce ningún tipo de milagro extrasensorial o magia negra que haga que mi cuerpo cambie de forma respondiendo sólamente a la idea de comer un poco mejor, la largo a la mierda.
Hoy entregué un ensayo que prácticamente no me importa. En realidad no es que no me importe, sino que es parte de una materia, que es parte de un ingreso, que es parte de un paso previo para entrar a una carrera, pero que todavía no es. Y estamos todos así, como se está en los "cebecés" o en los cursos pre-universitarios, o en cualquier cosa que sea un requisito previo a la cosa que realmente te importa, medio flotando, queriendo creer que ya estamos cursando unca carrera que no, o que entendemos una institución a la que todavía no entramos. Ya me pasó en la UBA, y ahora acá floto más a conciencia. Así que no es que no me importe el ensayo, pero habiéndolo escrito de 2 a 5 de la mañana del día anterior... tampoco es que sí.
Todo esto viene al caso de la impaciencia porque después de que los entregáramos (yo pasé la carpeta como quien no quiere la cosa y me olvidé), la profesora se atajó del aluvión de preguntas sobre las fechas diciendo que "llamen la semana que viene al departamento de alumnos a ver cuándo van a estar las calificaciones".
Suficiente para que me pasara el resto de la clase pensando en cómo iba a hacer para soportar dos semanas hasta saber cómo me había ido, que mejor hago algo para olvidarme, que si lo tengo presente no voy a aguantar sin enterarme la nota de un ensayo que no me importaba desde un principio.

Me da un poco de miedo ir saltando así de una cosa a la otra de pura acelerada, sin percatarme de que el tiempo pasa y yo estoy mirando siempre un poco más adelante.

Me da un poco de miedo que de tanto que quiero que las cosas pasen (pasen de "ocurran"), las cosas verdaderamente pasen (pasen de "se vayan") y yo siga impaciente por la impaciencia misma, sin estar ni ser nada más que un poco de ganas de algo maravilloso que está un par de pasos más allá.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Tres

Me impongo siempre reglas que después no puedo seguir.
Y por no poder hacer todo "como debería ser", o sea de esa forma -inventada por mí- que termina siendo idealizada como la única y perfecta manera de llevar a cabo las cosas, termino sin hacer nada.

Regla imposible N°1:
Se me ocurre, por ejemplo, que debería practicar guitarra todos los días: alguna vez en la vida tengo que probar hasta dónde llego concentrándome y dedicándole tiempo a algo, de verdad.
Pero voy a la clase y pasa el jueves, y ese día -como ya tuve la clase- no cuenta, y mejor mañana empiezo posta.
El viernes estoy de acá para allá y bueno, cómo voy a hacer, mejor el sábado en el laburo, ahí sí voy a poder practicar en serio. (¿Qué carajo es "practicar en serio"?).
Sábado: viene mucha gente al trabajo. Y cuando no atiendo tengo que almorzar, y si no tengo sueño, o hay una manchita muy interesante en la pared.
Llega el domingo y ya me doy cuenta de que no me está saliendo esto de ser una alumna aplicada, y claro, ¿para qué ser aplicada a medias, no?.
Así se va el fin de semana, ya sin plan, porque el plan de la perfección cayó y la única opción posible es llegar al miércoles a las 3am y tocar lo imprescindible, y esperar a ser perfecta con suerte la semana siguiente.
Desastre.

Regla imposible N°2:
Mantener mi cuarto ordenado obsesivamente. Instucciones: apenas utilizo un objeto, vuelvo INMEDIATAMENTE a ponerlo en su lugar.
JAMÁS lo logré. JAMÁS.
Son las 4am, decido irme a dormir y no existe manera de que acomode todo lo que acabo de usar (llámese compu, dvds, ropa del día, algún libro, los aritos, cuaderno, tazas, la guitarra, los zapatos, fotocopias, etc).
Listo. Roto el orden, no será reestablecido nunca.
Un día subo una foto de mi cuarto y me van a creer.

Regla imposible N°3:
Este año leo, estudio, practico, y hago todos los trabajos apenas me los dan.
¿Hay algo que explicar?

Regla imposible N°4:
Voy a dejar de comer porquerías.
Desde mañana.
(Desde mañana, desde mañana, desde mañana, bis x 100000000...)

Regla imposible N°5:
Voy a escribir TODOS los días.
El primero me sale. El segundo también. El tercero "no estoy inspirada" pero escribo algo igual. El cuarto me olvido. El quinto veo la página vacía del día anterior y me pregunto si escribir en esa o si dejar el espacio (termino sin escribir nada). El sexto pienso que ya no vale la pena el proyecto, tiene casi más días vacíos que otra cosa... fue.

Regla imposible N°6:
Lo mismo aplicado a este blog.
"Voy a publicar dos veces por semana". Hoy es jueves, esta semana tengo una sola entrada.

Blog... ¡¡estás en peligro!!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Dos

Repetidas veces en este último tiempo me pregunté si es que yo soy demasiado intolerante, o si de verdad estamos rodeados todos los días de seres tan insoportables y/o hinchapelotas que causan molestias y hasta despiertan instintos violentos en los observadores inocentes.

Me gustaría saber si mi poco margen de tolerancia es entonces justificado, o si por el contrario, debería hacer algo de esfuerzo para no irritarme tan fàcilmente.

Paso a ejemplificar los especímenes de los que hablo.

Caso Nº1:
Entro a un Delicity, 15.45 de la tarde, en un intento de conseguir algo para almorzar, no demasiado caro, pero que no se aparte tanto de la recomendación de mi nutricionista (Imposible. Sobre todo lo de "no demasiado caro").
Mesa de al lado: dos mujeres. Sólo puedo reparar en una, habla fuerte y con voz nasal, chillona, tiene calzas -también chillonas- botas, una polera de animal print. Y una especie de boina. Muy cool. El maquillaje quiere disimular las ojeras pero no lo logra, habla sin parar, y frustra cualquier intento de responder de la otra.
Miro el menú. No me puedo concentrar, la voz de pito de esta mujer interrumpe todos mis pensamientos sin reparo ni piedad.
Constantemente se queja: le pican los ojos, la calza se le baja, no le alcanza el tiempo para nada, pero sobre todo le molesta que está demasiado cansada -no se nota- como para seguir hablando con su interlocutora. Aunque en realidad muere por contarle sus proyectos para este año, y sobre todo cómo ese hippie que la atendió nosedónde el otro día estaba bárbaro y la dejó pensando en él (o la dejó caliente, digamos).

- Es que viste, después me lo encontré a Ale, ¿Viste que Ale me conoce como nadie? o sea, me dijo de una "ese hippie te cabe", y claro... porque me dijo que él sabe que yo, cuando alguien me gusta, lo minimizo, boluda, ¿entendés? Nada, increíble cómo me conoce, boluda, porque es así, yo le dije "nada, me atendió un hippie" y el pibe de una me dice "guacha, te gustó el hippie" y yo... ROJA, boluda, porque es así, yo los minimizo, pero el hippie estaba bárbaro, y yo nada, toda asi como si nada, estaba casi sin maquillar, como ahora...

El delineador se le metía en los ojos, que ya estaban rojos y algo llorosos. Su tono de voz parecía un mosquito instalado en el medio de mi canal auditivo que no dejaba de zumbar. En la mitad de la discusión sobre cuánto importaba si era hippie, si daba o no para algo más que un chape, y qué iba a pasar si él le decía que no le gustaba el animal print, decidí que había soportado demasiado y pagué.
Me resigné a no saber de sus maravillosos proyectos para este año.

Caso N°2:
Una dietética cerca de Av. Independencia y Entre Ríos. Si hubiese entrado atenta, habría visto la cara de hartazgo de la vendedora, sus intentos por cobrar lo más rápido posible, la vieja que hablaba sin parar repitiendo lo mismo una y otra vez, sus interpelaciones infructíferas a la pobre chica, que no tenía más opción que escucharla e intentar, con mucho esfuerzo, no fruncir demasiado el ceño.
Era una mujer de unos 75 años, bastante encorvada y con el rouge algo pasado del límite del labio. Lamentablemente hablaba bastante fuerte para lo chiquita que era.
Pude inferir que la vendedora era vegetariana, por el asco que trataba de disimular cada vez que la vieja le decía que tenía que probar el bife de cerdo, que con puré de manzana quedaba riquísimo, que "una vez cocinado no te das cuenta de que era un chanchito", y que si ella tuviera uno ahora en su casa, lo prepararía y se lo llevaría para quue lo probara ahí mismo.
Seguía.
Detrás del mostrador la chica me miraba como tratando de escaparse. Yo le devolvía la mirada con compasión pero sin poder hacer mucho al respecto.
La vieja se dirigía a mi también, "¿a vos nena no te gusta el bifecito de cerdo? Así, bien jugoso, yo voy al restaurante de la esquina de casa y me lo hacen, nena, ¿¿a vos no te gusta??"
Yo de pronto estaba ocupadísima observando los pistachos, que en situaciones como éstas pueden resultar fascinantes. Elegí lo más rápido que pude, y casi le pedí perdón con la mirada a la vendedora, por dejarla sola de nuevo con la mujer, que no se resignaba a que abiertamente ignoráramos sus comentarios, y seguía, ahora con la descripción de su digestión después de comer el bendito bife.
Saqué mi brazo del mostrador justo a tiempo. La muy desubicada estaba a punto de agarrarme y eso terminó de destruir mi humor.
Me fui puteando unas dos cuadras, pero terminé sintiendo pena por esos dos especímenes que no iban a entenderse nunca, y que problablemente, putearan luego un rato más que yo.


domingo, 13 de mayo de 2012

Uno

Ayer de pronto me agarraron ganas de decir cosas. ¿Qué? Esa es la primera cuestión. ¿Qué son estas ganas de salir a hablar sin tener necesariamente algo para decir? (y eso que omití el "tener algo INTERESANTE para decir") Sólamente porque el concepto de "interesante" es completamente subjetivo... como la mayoría de los conceptos, para el caso.

Fail N°1: Empezar a escribir una entrada de blog a mano en un cuaderno. Y no porque esté mal de movida la rusticidad, sino porque en mi caso lo hago más de cagona que otra cosa. Probablemente esta sea otra de esas hojas que quedan olvidadas en un cuaderno a medio llenar, que se acumula con otros de su misma condición en una pila, bajo el título de "todavía tiene hojas libres", o sea, "no da tirarlos aún".
Así, es muy facil que esta "entrada" quede perdida y que su autora no sienta un ápice de culpa al respecto.

Fail N°2: Por lo que puede observarse hasta ahora este texto no es más que una queja autoreferencial sobre este mismo texto, que se retroalimenta infinitamente.

Fail N°3: Ponerme a escribir la entrada en cada momento libre que tengo, que además había decidido dedicar a estudiar. Y para ser bien, bien masoquista, hacerlo con la pila de fotocopias lo más alta que encuentre esperándome sobre la mesa, justito al lado mío, casi respirándome en la oreja, no vaya a ser que disfrute el rato de haber hecho cualquier cosa que no era la que debía estar haciendo.

Fail N°4: Sentarme a estudiar, o en cualquier caso a escribir, en un Burger King en el que se está festejando el cumpleaños de 6 de algún nene. En el mismo piso. Kill me now.

Se ve desde lejos que no la está pasando bien ni el cumpleañero, no me quiero imaginar el animador. ¿Y el ruido puede ser peor? Esto de la acústica de mierda en los lugares de comida rápida tiene que tener algún propósito. Deseo desde lo más profundo de mi ser que haya un justificativo para lo mal que la están pasando mis oídos en este momento.


Me acaba de cambiar el humor.
¿Puede ser que un mísero mensaje de texto nos de vuelta el día así, por completo? Si esto fuera un video mostraría cómo los gritos de los nenes se transforman abruptamente en una melodía perfecta, y la gente sentada en las mesas parece sonreir al borde de la ridiculez total.
Qué terrible. Me vengo a creer que ya no dependo emocionalmente de nadie y de pronto estos pendejos parecen estar cantando como el coro Kennedy.

Maldito mensaje. O bendito, o no sé.

martes, 8 de mayo de 2012

Título:

-Ah, vos querés decir por qué todo esto. Andá a saber, yo creo que ni vos ni yo tenemos demasiado la culpa. No somos adultos, Lucía. Es un mérito pero se paga caro. Los chicos se tiran siempre de los pelos después de haber jugado. Debe ser algo así. Habría que pensarlo. - J.C.